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Hace tiempo que China parece medir su modernidad y desarrollismo extremo en toneladas de cemento y kilómetros de acero. Como si cada ladrillo añadido se tuviera que ver desde el espacio porque eso es un signo irrefutable de poder. Rascacielos que penetran en las nubes, avenidas para desfiles infinitos, presas que amansan ríos milenarios y puentes que, además de funcionales, tienen que ser oasis monumentales que sacien la sed de grandeza. China se pasó más de 2.000 años construyendo una muralla para que el resto del mundo se mantuviera alejado. Hoy, levanta mega obras de ingeniería para que el resto del mundo vaya a verlas o, como mínimo, que se asombre desde la distancia.
Lo acaba de volver a hacer: inaugurar el puente colgante más alto del mundo. El titular se repite cada pocos años. Pero es que los ingenieros chinos siguen erigiendo estructuras que desafían la geografía y al mismo tiempo rompen récords mundiales. El último ejemplo fue la presentación el domingo del puente del Gran Cañón de Huajiang, que se eleva 625 metros y recorre 2.890 metros sobre un desfiladero en la provincia de Guizhou, aproximadamente el doble de la altura de la Torre Eiffel.
Ahora, el tiempo de viaje entre los dos lados del cañón se ha reducido de dos horas a dos minutos. «Es una obra maestra de ingeniería que se ha completado en tan solo tres años. Este hito va a impulsar significativamente el desarrollo económico y social de Guizhou, que ya se ha convertido en un referente mundial en la construcción de puentes», señalaban los funcionarios chinos durante el acto de inauguración.
El anterior puente más alto del mundo, el Beipanjiang (565 metros), también estaba en Guizhou. Esta provincia al suroeste, una de las más pobres de China, cuenta con más de 32.000 puentes construidos o en construcción, entre los que se encuentran 15 de los 25 más altos a nivel global.
«El Puente del Gran Cañón de Huajiang es mucho más que un simple avance de ingeniería; es una proyección tridimensional de la nueva filosofía innovadora y ecológica de desarrollo del país, que se caracteriza por una transformación del Hecho en China al Creado en China», señalaba un editorial del diario chino Global Times.
Lo que la propaganda china no menciona cuando presume de sus faraónicas construcciones es que, muchas de ellas, también se han levantado sobre una enorme montaña de deuda que está ahogando a muchos gobiernos locales y que lleva tiempo arrastrando el crecimiento económico del país.
Este problema se ha visto agravado por el desplome del sector inmobiliario, que ha dejado a muchas administraciones, acostumbradas a obtener grandes ingresos con la venta de terreno, con menos liquidez para afrontar sus deudas.
Hay varios estudios que detallan cómo la expansión de la infraestructura -en ocasiones excesiva- en China contribuyó significativamente al crecimiento económico, pero que muchas de las colosales obras no han sido rentables a largo plazo. Aeropuertos en lugares remotos que están siempre vacíos, mega parques industriales en zonas con baja demanda, carreteras infrautilizadas y urbanizaciones con rascacielos y amplios espacios públicos que permanecen en gran parte desocupadas.
Un informe de este año del FMI estimó que la deuda de los vehículos de financiación (LGFV, entidades de inversión de propiedad estatal cuya función principal es eludir las restricciones de endeudamiento de los gobiernos locales y financiar grandes proyectos de infraestructura y desarrollo) podría superar los 58 billones de yuanes (alrededor de 6,90 billones de euros).
Los líderes chinos presumen de haber construido la red ferroviaria de alta velocidad más extensa del mundo en menos de 20 años (una longitud total de 191.000 kilómetros, que cubre el 99% de las ciudades con más de 200.000 habitantes, según cifras oficiales). Otra mega obra de ingeniería de la que están orgullosos es el puente de 55 kilómetros que conecta Hong Kong con las ciudades de Zhuhai y Macao a través del estuario del río Perla. Se trata del sistema de cruce marítimo más largo del mundo y consta de tres puentes atirantados, un túnel submarino y cuatro islas artificiales.
En estos momentos, China está construyendo una mega presa en el Tíbet que podría generar tres veces más energía que la presa de las Tres Gargantas, la más grande del mundo, también en territorio chino. Las autoridades anunciaron recientemente una inversión de más de 1 billón de yuanes (alrededor de 131.730 millones de euros) para este megaproyecto hidroeléctrico, que se convertirá en la infraestructura más costosa del mundo.
Otro ambicioso proyecto es la construcción de centrales solaresen el espacio, lo que los expertos chinos han llamado «la presa de las Tres Gargantas sobre la Tierra». Las centrales solares espaciales captan la energía del sol en la órbita terrestre y la transmiten a la Tierra, proporcionando energía continua sin verse afectadas por las estaciones ni los ciclos día-noche.
«Para que este gigantesco proyecto se haga realidad, primero se deben lograr avances significativos en la tecnología de cohetes de carga pesada para transportar los materiales necesarios al espacio, así como se necesitan nuevas tecnologías para transmitir energía eficientemente del espacio a la Tierra», explicaba el científico Long Lehao, miembro de la Academia China de Ingeniería (CAE), que es uno de los padres del proyecto.
Del espacio saltamos al vasto desierto de Taklamakán, al noreste del gigante asiático, donde los ingenieros chinos han levantado un «cinturón verde» con varios tipos de vegetación que se extiende por 3.050 kilómetros, un mega proyecto de reforestación para combatir la desertificación.
Fuera del país, China saca músculo como la gran constructora global gracias a los ambiciosos proyectos de infraestructuras que se lanzan bajo el paraguas de la nueva Ruta de la Seda. La superpotencia asiática sigue extendiendo por todos lados su imperio del cemento en tamaño XXL.
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