La palabra ‘genocidio’ es relativamente reciente en la historia, aunque hace referencia a una tragedia tan antigua como la humanidad. Fue acuñada en 1944 por el jurista polaco Raphael Lemkin, quien había huido a Estados Unidos tras la invasión nazi de su país y la persecución de los judíos europeos, durante la Segunda Guerra Mundial. En su libro Axis Rule in Occupied Europe, Lemkin buscó un término que describiera de manera precisa la aniquilación sistemática de pueblos enteros, una práctica que había observado tanto en la historia antigua como en la contemporánea.
Para crearla combinó dos raíces: el griego ‘genos’ (γένος), que significa ‘estirpe, linaje, pueblo, tribu o raza’ (haciendo referencia a un mismo grupo genético o común), y el sufijo latino ‘-cidium’, derivado de caedere, con el significado de ‘matar’. Con esta fusión lingüística pretendía reflejar no solo la matanza física de individuos, sino también la destrucción planificada de las bases culturales, sociales y económicas de un grupo humano.
Lemkin consideraba que eliminar a una comunidad iba más allá de asesinar a sus miembros, implicaba también borrar su lengua, sus tradiciones, su memoria, su forma de vida y su legado.
El término se consolidó poco después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los juicios de Núremberg y, más tarde, la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948 lo incorporaron al derecho internacional.
La palabra ‘genocidio’ es relativamente reciente en la historia, aunque hace referencia a una tragedia tan antigua como la humanidad. Fue acuñada en 1944 por el jurista polaco Raphael Lemkin, quien había huido a Estados Unidos tras la invasión nazi de su país y la persecución de los judíos europeos, durante la Segunda Guerra Mundial.

La palabra hace referencia a la destrucción deliberada y sistemática de un grupo humano, ya sea por motivos étnicos, religiosos, nacionales o culturales.
La palabra ‘genocidio’ es relativamente reciente en la historia, aunque hace referencia a una tragedia tan antigua como la humanidad. Fue acuñada en 1944 por el jurista polaco Raphael Lemkin, quien había huido a Estados Unidos tras la invasión nazi de su país y la persecución de los judíos europeos, durante la Segunda Guerra Mundial. En su libro Axis Rule in Occupied Europe, Lemkin buscó un término que describiera de manera precisa la aniquilación sistemática de pueblos enteros, una práctica que había observado tanto en la historia antigua como en la contemporánea.
Para crearla combinó dos raíces: el griego ‘genos’ (γένος), que significa ‘estirpe, linaje, pueblo, tribu o raza’ (haciendo referencia a un mismo grupo genético o común), y el sufijo latino ‘-cidium’, derivado de caedere, con el significado de ‘matar’. Con esta fusión lingüística pretendía reflejar no solo la matanza física de individuos, sino también la destrucción planificada de las bases culturales, sociales y económicas de un grupo humano.
Lemkin consideraba que eliminar a una comunidad iba más allá de asesinar a sus miembros, implicaba también borrar su lengua, sus tradiciones, su memoria, su forma de vida y su legado.
El término se consolidó poco después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los juicios de Núremberg y, más tarde, la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948 lo incorporaron al derecho internacional.
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