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  VozInternacional  ¿Qué está pasando en Marruecos? Los motivos que han llevado a la generación Z a tomar las calles y desafiar al régimen
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¿Qué está pasando en Marruecos? Los motivos que han llevado a la generación Z a tomar las calles y desafiar al régimen

30 de septiembre de 2025
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Al grito de «No queremos el Mundial, queremos sanidad», o «¡Queremos hospitales, no estadios!», miles de jovenes marroquíes han llenado las calles de al menos 11 ciudades del país desde el pasado fin de semana, para exigir una sanidad y educación dignas, empleos mejor pagados y el cese de la corrupción de la élite política y económica del país.

El movimiento no cuenta con líderes visibles ni responde a siglas políticas, sino que se sostiene en un mensaje simple y contundente: la juventud marroquí reclama una vida mejor. «Ya no hay esperanza», confesaba a Associated Press Youssef, ingeniero de 27 años, en una protesta en Casablanca. «No solo quiero reformas en la sanidad y la educación, quiero una reforma de todo el sistema». «Quiero mejores salarios, mejores puestos de trabajo, precios bajos y una vida mejor», sentenció.

Son ecos de la Primavera Árabe de 2011, pero con una diferencia: esta vez, la organización surge desde las redes sociales, principalmente TikTok, Discord e Instagram, y se articula en torno al hashtag #GenZ221, en alusión al prefijo telefónico de Marruecos. Dos colectivos anónimos han sido clave en la convocatoria: Gen Z 212 y Morocco Youth Voices. Ambos grupos promueven protestas pacíficas y un debate responsable, citando cuestiones como «la salud, la educación y la lucha contra la corrupción» en sus comunicados.

La reacción contra las protestas GenZ

El Gobierno, por su parte, ha llevado a cabo numerosas detenciones contra los jóvenes manifestantes, «incluidos aquellos que estaban haciendo declaraciones a la prensa», recoge Hespress. De hecho, solo en Rabat se registraron más de cien arrestos, según Hakim Sikouk, presidente de la agrupación local de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH), quien asegura que «se han producido además decenas en otras ciudades como Casablanca, Marrakech, Agadir y Souk Sebt», informa AFP.

El mismo sábado, tras ser identificados en comisaria, todos los apresados fueron puestos en libertad, a excepción de los «recidivistas» que volvieron a salir a las protestas del domingo y fueron presentados ante la Fiscalía por los desórdenes públicos que habrían provocado, según el diario digital Le Desk.

Además, aunque las autoridades locales han emitido prohibiciones preventivas contra las reuniones convocadas por desconocidos, los manifestantes se mantienen firmes en su mensaje. «Uno de estos jóvenes, antes de su detención, dijo en un comunicado de prensa: «Amamos a este país en el que crecimos y sentimos un deseo ardiente por él»‘, según recoge Hespress.

La chispa que encendió las protestas

Las recientes protestas en Marruecos reflejan una creciente indignación popular ante la situación socioeconómica del país, que afecta de manera particular a los jóvenes —un grupo que, entre los nacidos entre 1995 y 2010, constituye la mayor parte de la población—. La tasa de desempleo juvenil se mantiene alarmantemente alta, alcanzando el 35,8% en el segundo trimestre de 2025.

Este contexto económico ha generado un desajuste estructural en el mercado laboral, donde la falta de oportunidades y la escasa creación de empleos han llevado a muchos jóvenes a recurrir a trabajos informales o a la emigración en busca de mejores condiciones de vida.

Muchos hablan, además, de la existencia de un Marruecos «a dos velocidades», como señaló el propio rey Mohamed VI en su discurso del Trono del 29 de julio, porque, más allá del primer tren de alta velocidad de África y de los modernos puertos de Tanger Med y Nador West Med, o de los proyectos millonarios para la Copa Africana de Naciones de 2025 y el Mundial de 2030, gran parte del país permanece rezagada en términos de desarrollo.

En las zonas rurales, por ejemplo, el 53% de los hogares carece de agua corriente, y tras el terremoto de septiembre de 2023, la situación se ha agravado: muchas personas siguen viviendo en tiendas de campaña y continúan sin acceso a servicios básicos atención médica y educación.

Sin embargo, lo que parece haber sido la chispa de la crispación generalizada en el país, fue la tragedia ocurrida en el hospital Hassan II de Agadir en agosto, donde ocho mujeres embarazadas murieron en apenas diez días tras someterse a cesáreas.

Según Jeune Afrique, los quirófanos estaban «infestados de cucarachas» y sufrían desabastecimiento crónico. El diario Le Monde, por su parte, recogió testimonios estremecedores de pacientes que aseguraban haber sido tratados «como del ganado», obligados a aportar sus propios insumos por la falta de material.

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Finalmente, las protestas frente al Hospital Hassan II de Agadir llevaron al ministro de Sanidad a destituir a la dirección y a varios responsables regionales. Pero más allá de este caso puntual, el movimiento encabezado por la Generación Z ha revelado un descontento mucho más amplio: jóvenes que se enfrentan a un futuro con pocas oportunidades, un desempleo elevado y una creciente frustración ante la corrupción y la ineficiencia de las instituciones.

 Son ecos de la Primavera Árabe de 2011, pero esta vez, la organización surge desde las redes sociales bajo el hastag GenZ212.  

Al grito de «No queremos el Mundial, queremos sanidad», o «¡Queremos hospitales, no estadios!», miles de jovenes marroquíes han llenado las calles de al menos 11 ciudades del país desde el pasado fin de semana, para exigir una sanidad y educación dignas, empleos mejor pagados y el cese de la corrupción de la élite política y económica del país.

El movimiento no cuenta con líderes visibles ni responde a siglas políticas, sino que se sostiene en un mensaje simple y contundente: la juventud marroquí reclama una vida mejor. «Ya no hay esperanza», confesaba a Associated Press Youssef, ingeniero de 27 años, en una protesta en Casablanca. «No solo quiero reformas en la sanidad y la educación, quiero una reforma de todo el sistema». «Quiero mejores salarios, mejores puestos de trabajo, precios bajos y una vida mejor», sentenció.

Son ecos de la Primavera Árabe de 2011, pero con una diferencia: esta vez, la organización surge desde las redes sociales, principalmente TikTok, Discord e Instagram, y se articula en torno al hashtag #GenZ221, en alusión al prefijo telefónico de Marruecos. Dos colectivos anónimos han sido clave en la convocatoria: Gen Z 212 y Morocco Youth Voices. Ambos grupos promueven protestas pacíficas y un debate responsable, citando cuestiones como «la salud, la educación y la lucha contra la corrupción» en sus comunicados.

La reacción contra las protestas GenZ

El Gobierno, por su parte, ha llevado a cabo numerosas detenciones contra los jóvenes manifestantes, «incluidos aquellos que estaban haciendo declaraciones a la prensa», recoge Hespress. De hecho, solo en Rabat se registraron más de cien arrestos, según Hakim Sikouk, presidente de la agrupación local de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH), quien asegura que «se han producido además decenas en otras ciudades como Casablanca, Marrakech, Agadir y Souk Sebt», informa AFP. 

Manifestantes se enfrentan a la policía durante una protesta en Rabat, Marruecos, el 28 de septiembre de 2025.
Manifestantes se enfrentan a la policía durante una protesta en Rabat, Marruecos, el 28 de septiembre de 2025.EFE

El mismo sábado, tras ser identificados en comisaria, todos los apresados fueron puestos en libertad, a excepción de los «recidivistas» que volvieron a salir a las protestas del domingo y fueron presentados ante la Fiscalía por los desórdenes públicos que habrían provocado, según el diario digital Le Desk.

Además, aunque las autoridades locales han emitido prohibiciones preventivas contra las reuniones convocadas por desconocidos, los manifestantes se mantienen firmes en su mensaje. «Uno de estos jóvenes, antes de su detención, dijo en un comunicado de prensa: «Amamos a este país en el que crecimos y sentimos un deseo ardiente por él»‘, según recoge Hespress.

La chispa que encendió las protestas

Las recientes protestas en Marruecos reflejan una creciente indignación popular ante la situación socioeconómica del país, que afecta de manera particular a los jóvenes —un grupo que, entre los nacidos entre 1995 y 2010, constituye la mayor parte de la población—. La tasa de desempleo juvenil se mantiene alarmantemente alta, alcanzando el 35,8% en el segundo trimestre de 2025.

Este contexto económico ha generado un desajuste estructural en el mercado laboral, donde la falta de oportunidades y la escasa creación de empleos han llevado a muchos jóvenes a recurrir a trabajos informales o a la emigración en busca de mejores condiciones de vida.

Muchos hablan, además, de la existencia de un Marruecos «a dos velocidades», como señaló el propio rey Mohamed VI en su discurso del Trono del 29 de julio, porque, más allá del primer tren de alta velocidad de África y de los modernos puertos de Tanger Med y Nador West Med, o de los proyectos millonarios para la Copa Africana de Naciones de 2025 y el Mundial de 2030, gran parte del país permanece rezagada en términos de desarrollo.

En las zonas rurales, por ejemplo, el 53% de los hogares carece de agua corriente, y tras el terremoto de septiembre de 2023, la situación se ha agravado: muchas personas siguen viviendo en tiendas de campaña y continúan sin acceso a servicios básicos atención médica y educación.

Sin embargo, lo que parece haber sido la chispa de la crispación generalizada en el país, fue la tragedia ocurrida en el hospital Hassan II de Agadir en agosto, donde ocho mujeres embarazadas murieron en apenas diez días tras someterse a cesáreas. 

Según Jeune Afrique, los quirófanos estaban «infestados de cucarachas» y sufrían desabastecimiento crónico. El diario Le Monde, por su parte, recogió testimonios estremecedores de pacientes que aseguraban  haber sido tratados «como del ganado», obligados a aportar sus propios insumos por la falta de material. 

Finalmente, las protestas frente al Hospital Hassan II de Agadir llevaron al ministro de Sanidad a destituir a la dirección y a varios responsables regionales. Pero más allá de este caso puntual, el movimiento encabezado por la Generación Z ha revelado un descontento mucho más amplio: jóvenes que se enfrentan a un futuro con pocas oportunidades, un desempleo elevado y una creciente frustración ante la corrupción y la ineficiencia de las instituciones.

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