Tras una loma aparecieron unos seres teñidos de verde, desnudos, avanzando desde la lejanía. Parecía la invasión de un grupo de extraterrestres demasiado humanos, o la incursión de una tribu del Amazonas en una zona desconocida. Poco a poco, fueron ocupando el espacio entre hileras de jóvenes olivos en una gran finca cercana a la ciudad de Granada. El curioso sonido de su aproximación era el que creaban las chanclas que la organización había proporcionado a los participantes en la última instalación artística de Spencer Tunick, el fotógrafo que ha recorrido el mundo reuniendo a miles de personas desnudas, desprovistas de cualquier distinción artificial.
Eran las once de la mañana y todo estaba dispuesto para que el artista, desde un promontorio, disparara al fin las fotografías que había imaginado desde hacía meses. Micrófono en mano, impartía indicaciones para una idónea distribución de los voluntarios -en torno a mil- que participaron en esta instalación artística. Indicaciones que eran trasladadas sobre el terreno por algunos colaboradores con megáfonos, corriendo de acá para allá hasta modular al colectivo. El día había llegado, los voluntarios estaban dispuestos y el disparo a punto de producirse.
Los periodistas observábamos este proceso desde unas plataformas elevadoras situadas en un extremo del olivar, pero antes de encaramarnos a ellas pudimos charlar brevemente con Spencer Tunick, quien llegó a la zona a bordo de un todo terreno. Fue entonces cuando se desveló uno de los misterios de la performance campestre: el tono verde elegido para la ocasión. El fotógrafo estadounidense llevaba manchadas las manos con ese verde chillón, seguramente teñidas al dar indicaciones de uso a los voluntarios, cosa que hizo personalmente. Mientras apuraba una manzana, nos relató que el verde, además de ser el color de la botella de cerveza Alhambra 1925 -la ‘milno’, como la llaman en Granada-, edición del centenario, es un color que había visto en algunos azulejos de La Alhambra, así como en toldos de la ciudad, y era su deseo desde hace años emplear en alguno de sus trabajos.
Tunick es una persona reservada, sensible a cualquier elemento que pueda perturbarle -el ruido de un dron o un motor- y atento a todos los detalles, sobre todo en un momento crucial para su trabajo como el día fijado para realizar las fotografías. La concentración de cualquier artista suele extenderse a lo largo de la realización de la obra, algo que no suele ser tan efímero como el disparo de una instantánea. El paralelismo sería el de un pintor que con un solo trazo completara una obra al natural, o un cineasta que rodara una película de plano único, ambos empleando a centenares de personas en un acto sin posibilidad de repetición.
El fotógrafo norteamericano recordó los primeros proyectos que realizó, cuando repartía folletos personalmente en cualquier esquina de Nueva York. «Tenía que entregar 2000 folletos para conseguir 500 personas para mis trabajos. Ahora, la respuesta de la gente es muy positiva y, para este proyecto, contamos con personas que han llegado desde 25 países, con edades comprendidas entre los 20 y los 85 años», nos indicó. En cuanto a la elección de este espacio, fue completamente casual, según nos explicó en la entrevista concedida hace meses a 20minutos. El apagón eléctrico del lunes 28 de abril le sorprendió en Madrid y le obligó a modificar sus planes de viaje. Tuvo que llegar a Granada en automóvil, lo cual le descubrió los inmensos olivares de la provincia. Al menos, pudimos sacar algo en claro de aquella monumental negligencia.
Su mayor preocupación, nos confesó, era la seguridad de los participantes, sobre todo en una jornada que iba a tener lugar en un entorno natural, a pleno sol de Andalucía y extendiéndose durante varias horas. De hecho, esa inquietud resultó fundada, puesto que antes de comenzar a realizar las fotografías se sucedieron algunos mareos entre los participantes. El calor comenzaba a apretar y era lógico que sucediera algo así en una concentración tan numerosa. Rápidamente los afectados se apartaron de la zona, para no entorpecer el proceso, y fueron atendidos por los servicios médicos. Una señora se lamentaba de su mala suerte al subir a la ambulancia, sabiendo que se había quedado fuera de la foto.
Esta iniciativa artística para celebrar el centenario de Cervezas Alhambra es digna de todo elogio. Uno de sus máximos responsables nos acompañó durante la jornada y es Emmanuel Pouey, director general de Marketing de Mahou San Miguel, grupo al que pertenece Cervezas Alhambra. Nacido en Burdeos, no sé si en una tierra tan vinícola le tendrán por hereje al dedicarse a promocionar la cerveza, pero no parece muy preocupado por ello. Esta iniciativa se enmarca en una serie de acciones que tratan de vincular la marca con el arte, como el Premio Cervezas Alhambra de Arte Emergente, que el próximo año llegará a su décima edición otorgando los galardones en la Feria Internacional ARCO. Quién sabe si dentro de poco, podamos ver las obras de arte que el grupo ha ido adquiriendo, reunidas y expuestas. Otra iniciativa que nos comentó Emmanuel Pouey es la creación de un nuevo palo flamenco, la sosegá, de la que dejamos aquí una breve muestra. Sobre ella están realizando versiones artistas como Ana Mena o Dellafuente.
Charlamos al finalizar las primeras fotografías con uno de los participantes, Jesús, que ha venido desde Segovia. Es un veterano en este tipo de instalaciones de Spencer Tunick, porque ha participado en las tres anteriores realizadas en España por el fotógrafo: Barcelona, San Sebastián y Valencia. «En San Sebastián hizo algo de frío, pero en una situación como esta no te enteras ni del frío», comenta sonriente. «Componer una especie de tapiz humano es una experiencia muy singular, además de ser la primera en que se emplea pintura en España». Impresiona verle embadurnado hasta el último poro de la piel con ese potente tono verde.
Fueron tres sesiones fotográficas las realizadas. Tras la descrita, se llevó a cabo otra sesión reservada a participantes entre 20 y 40 años de edad, cerca de un río próximo; para finalizar se reunió de nuevo al grupo completo, tendidos en el suelo. Ya sólo quedaba reponer fuerzas con unos bocadillos y regresar a sus puntos de partida en autobuses o vehículos propios… pintados de verde, claro está.
Las despedidas de soltero son tan habituales en los trenes que la presencia de un tipo ligeramente verdoso, haciendo cola para embarcar en el AVE, quizás no resulte tan extraña. Podría ser el novio de turno y los restos de su disfraz. No obstante, algunas miradas alucinadas sí que despertó Adrián, voluntario que regresaba a Madrid tras participar en la aventura granadina. Pertenece a la asociación naturista ADN, que tiene como objetivo vivir en armonía con la naturaleza. Nada mejor que esta experiencia entre olivos para alcanzarla. Nos contó que es complicado encontrar espacios en la capital para practicar su afición, como piscinas municipales, aunque hay fijados algunos horarios concretos en los meses de verano para dejar el bañador en casa.
Según nos relató Spencer Tunick, la pintura debe desaparecer casi completamente tras una primera ducha de agua templada, mientras que algunas zonas como las uñas permanecerán tintadas algo más tiempo. Adrián no pudo darse esa ducha, pero sí aplicarse unos manguerazos apresurados en una gasolinera, de ahí que su aspecto le delatara. Desde muy temprano tuvieron que estar preparados en el olivar, para iniciar el proceso de tintado. «Nos dieron un desayuno con plátano, una manzana y unos huesitos, además de una bolsa con las chanclas y el bote de pintura».
Había sido una experiencia estupenda y muy divertida, según nos comentó, a pesar de lo poco que pudo dormir la noche anterior, en una habitación de albergue con mucho trasiego de huéspedes. «Uno viene dispuesto a dejarse llevar. Me había informado previamente y sabía que Spencer es estricto en sus indicaciones, pero no hay otra forma de organizar a cientos de personas, aunque tampoco le gusta que todo quede organizado al milímetro».
‘Verde carne, pelo verde / con ojos de fría plata’, son los versos de Lorca en su Romance sonámbulo, que nos tomamos la licencia de apuntar aquí. Ahora sólo nos queda esperar el resultado final del trabajo de Spencer Tunick, el reportaje en verde que se presentará tras la selección del material obtenido el sábado 20 de septiembre en un olivar de Granada. Una concepción artística que reinserta al ser humano en la naturaleza a la que pertenece, aunque hayamos perdido la conciencia de ello y necesitemos chanclas para desplazarnos por la tierra que ya recorrimos hace millones de años.
El fotógrafo norteamericano Spencer Tunick realizó su última instalación artística titulada ‘Retrato Alhambra 1925’ entre los olivos de Granada
Tras una loma aparecieron unos seres teñidos de verde, desnudos, avanzando desde la lejanía. Parecía la invasión de un grupo de extraterrestres demasiado humanos, o la incursión de una tribu del Amazonas en una zona desconocida. Poco a poco, fueron ocupando el espacio entre hileras de jóvenes olivos en una gran finca cercana a la ciudad de Granada. El curioso sonido de su aproximación era el que creaban las chanclas que la organización había proporcionado a los participantes en la última instalación artística de Spencer Tunick, el fotógrafo que ha recorrido el mundo reuniendo a miles de personas desnudas, desprovistas de cualquier distinción artificial.

Eran las once de la mañana y todo estaba dispuesto para que el artista, desde un promontorio, disparara al fin las fotografías que había imaginado desde hacía meses. Micrófono en mano, impartía indicaciones para una idónea distribución de los voluntarios -en torno a mil- que participaron en esta instalación artística. Indicaciones que eran trasladadas sobre el terreno por algunos colaboradores con megáfonos, corriendo de acá para allá hasta modular al colectivo. El día había llegado, los voluntarios estaban dispuestos y el disparo a punto de producirse.
Los periodistas observábamos este proceso desde unas plataformas elevadoras situadas en un extremo del olivar, pero antes de encaramarnos a ellas pudimos charlar brevemente con Spencer Tunick, quien llegó a la zona a bordo de un todo terreno. Fue entonces cuando se desveló uno de los misterios de la performance campestre: el tono verde elegido para la ocasión. El fotógrafo estadounidense llevaba manchadas las manos con ese verde chillón, seguramente teñidas al dar indicaciones de uso a los voluntarios, cosa que hizo personalmente. Mientras apuraba una manzana, nos relató que el verde, además de ser el color de la botella de cerveza Alhambra 1925 -la ‘milno’, como la llaman en Granada-, edición del centenario, es un color que había visto en algunos azulejos de La Alhambra, así como en toldos de la ciudad, y era su deseo desde hace años emplear en alguno de sus trabajos.

Tunick es una persona reservada, sensible a cualquier elemento que pueda perturbarle -el ruido de un dron o un motor- y atento a todos los detalles, sobre todo en un momento crucial para su trabajo como el día fijado para realizar las fotografías. La concentración de cualquier artista suele extenderse a lo largo de la realización de la obra, algo que no suele ser tan efímero como el disparo de una instantánea. El paralelismo sería el de un pintor que con un solo trazo completara una obra al natural, o un cineasta que rodara una película de plano único, ambos empleando a centenares de personas en un acto sin posibilidad de repetición.

El fotógrafo norteamericano recordó los primeros proyectos que realizó, cuando repartía folletos personalmente en cualquier esquina de Nueva York. «Tenía que entregar 2000 folletos para conseguir 500 personas para mis trabajos. Ahora, la respuesta de la gente es muy positiva y, para este proyecto, contamos con personas que han llegado desde 25 países, con edades comprendidas entre los 20 y los 85 años», nos indicó. En cuanto a la elección de este espacio, fue completamente casual, según nos explicó en la entrevista concedida hace meses a 20minutos. El apagón eléctrico del lunes 28 de abril le sorprendió en Madrid y le obligó a modificar sus planes de viaje. Tuvo que llegar a Granada en automóvil, lo cual le descubrió los inmensos olivares de la provincia. Al menos, pudimos sacar algo en claro de aquella monumental negligencia.

Su mayor preocupación, nos confesó, era la seguridad de los participantes, sobre todo en una jornada que iba a tener lugar en un entorno natural, a pleno sol de Andalucía y extendiéndose durante varias horas. De hecho, esa inquietud resultó fundada, puesto que antes de comenzar a realizar las fotografías se sucedieron algunos mareos entre los participantes. El calor comenzaba a apretar y era lógico que sucediera algo así en una concentración tan numerosa. Rápidamente los afectados se apartaron de la zona, para no entorpecer el proceso, y fueron atendidos por los servicios médicos. Una señora se lamentaba de su mala suerte al subir a la ambulancia, sabiendo que se había quedado fuera de la foto.
Esta iniciativa artística para celebrar el centenario de Cervezas Alhambra es digna de todo elogio. Uno de sus máximos responsables nos acompañó durante la jornada y es Emmanuel Pouey, director general de Marketing de Mahou San Miguel, grupo al que pertenece Cervezas Alhambra. Nacido en Burdeos, no sé si en una tierra tan vinícola le tendrán por hereje al dedicarse a promocionar la cerveza, pero no parece muy preocupado por ello. Esta iniciativa se enmarca en una serie de acciones que tratan de vincular la marca con el arte, como el Premio Cervezas Alhambra de Arte Emergente, que el próximo año llegará a su décima edición otorgando los galardones en la Feria Internacional ARCO. Quién sabe si dentro de poco, podamos ver las obras de arte que el grupo ha ido adquiriendo, reunidas y expuestas. Otra iniciativa que nos comentó Emmanuel Pouey es la creación de un nuevo palo flamenco, la sosegá, de la que dejamos aquí una breve muestra. Sobre ella están realizando versiones artistas como Ana Mena o Dellafuente.
Charlamos al finalizar las primeras fotografías con uno de los participantes, Jesús, que ha venido desde Segovia. Es un veterano en este tipo de instalaciones de Spencer Tunick, porque ha participado en las tres anteriores realizadas en España por el fotógrafo: Barcelona, San Sebastián y Valencia. «En San Sebastián hizo algo de frío, pero en una situación como esta no te enteras ni del frío», comenta sonriente. «Componer una especie de tapiz humano es una experiencia muy singular, además de ser la primera en que se emplea pintura en España». Impresiona verle embadurnado hasta el último poro de la piel con ese potente tono verde.

Fueron tres sesiones fotográficas las realizadas. Tras la descrita, se llevó a cabo otra sesión reservada a participantes entre 20 y 40 años de edad, cerca de un río próximo; para finalizar se reunió de nuevo al grupo completo, tendidos en el suelo. Ya sólo quedaba reponer fuerzas con unos bocadillos y regresar a sus puntos de partida en autobuses o vehículos propios… pintados de verde, claro está.
Las despedidas de soltero son tan habituales en los trenes que la presencia de un tipo ligeramente verdoso, haciendo cola para embarcar en el AVE, quizás no resulte tan extraña. Podría ser el novio de turno y los restos de su disfraz. No obstante, algunas miradas alucinadas sí que despertó Adrián, voluntario que regresaba a Madrid tras participar en la aventura granadina. Pertenece a la asociación naturista ADN, que tiene como objetivo vivir en armonía con la naturaleza. Nada mejor que esta experiencia entre olivos para alcanzarla. Nos contó que es complicado encontrar espacios en la capital para practicar su afición, como piscinas municipales, aunque hay fijados algunos horarios concretos en los meses de verano para dejar el bañador en casa.

Según nos relató Spencer Tunick, la pintura debe desaparecer casi completamente tras una primera ducha de agua templada, mientras que algunas zonas como las uñas permanecerán tintadas algo más tiempo. Adrián no pudo darse esa ducha, pero sí aplicarse unos manguerazos apresurados en una gasolinera, de ahí que su aspecto le delatara. Desde muy temprano tuvieron que estar preparados en el olivar, para iniciar el proceso de tintado. «Nos dieron un desayuno con plátano, una manzana y unos huesitos, además de una bolsa con las chanclas y el bote de pintura».
Había sido una experiencia estupenda y muy divertida, según nos comentó, a pesar de lo poco que pudo dormir la noche anterior, en una habitación de albergue con mucho trasiego de huéspedes. «Uno viene dispuesto a dejarse llevar. Me había informado previamente y sabía que Spencer es estricto en sus indicaciones, pero no hay otra forma de organizar a cientos de personas, aunque tampoco le gusta que todo quede organizado al milímetro».

‘Verde carne, pelo verde / con ojos de fría plata’, son los versos de Lorca en su Romance sonámbulo, que nos tomamos la licencia de apuntar aquí. Ahora sólo nos queda esperar el resultado final del trabajo de Spencer Tunick, el reportaje en verde que se presentará tras la selección del material obtenido el sábado 20 de septiembre en un olivar de Granada. Una concepción artística que reinserta al ser humano en la naturaleza a la que pertenece, aunque hayamos perdido la conciencia de ello y necesitemos chanclas para desplazarnos por la tierra que ya recorrimos hace millones de años.
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